lunes, 23 de julio de 2012

¿Improvisamos?

El vagabundo, perseguido por todos los demonios personificados en un asno, irrumpe en la función cuando el mago está a punto de realizar uno de sus grandes e ingenuos trucos. El terror del vagabundo le hace recorrer en su escapada por todos y cada uno de los recovecos de los trucos.
El público se troncha de risa, el número es un éxito. Habrá que repetirlo. Ha sido algo inesperado, ha surgido de imprevisto.







El dueño del circo se da cuenta: inesperado, imprevisto. No se puede domar lo imprevisto. Se puede domar lo inesperado, esperado con ansia por el espectador. El vagabundo no debe saber que todo es un truco. De lo inesperado a la improvisación. El trabajo de la repetición, el conocimiento de todos los recovecos de todos los trucos. Una enseñanza de Chaplin. Quien quiera entenderlo que lo entienda. Quien lo entienda sabrá que la improvisación no doma lo imprevisto, sino lo inesperado.

Un físico cuántico, poco amigable de fiestas (no se por qué los «científicos» tienen ese San Benito), torna en cínico ante los cotilleos de los grupillos por los que va desfilando a medida que la anfitriona, a la que observa como un quark espléndido, lo presenta como una eminencia. Tras recorrer varios grupos en los que se suceden las vanalidades sobre su quehacer se encuentra con una niña que lo ha perseguido con la mirada todo el tiempo. La niña le tira de una manga. El físico la mira como un carnicero mira a un besugo. La niña asevera, «Mi tía abuela J. dice que ustedes son jarrones chinos». La niña sale corriendo. El físico se queda sin palabras. Se acerca la anfitriona, que lo ve descolocado. ¿Qué ocurre?, pregunta. Me han llamado jarrón chino, costesta él sorprendido. Es normal, contesta ella, ¿quién pondría un ramo de flores en un jarrón chino? Le da un beso y se va diciendo: Querido, no te creas todo lo que se dice. Se científico.

Así que para improvisar hay que tener muy claro qué es lo imprevisto y qué es lo inesperado. Lo imprevisto no se puede preveer, dejaría de ser imprevisto. Lo que se puede domar es lo inesperado. Para domar lo inesperado hay que conocer todos los trucos del juego en el que estamos metidos (una conversación amorosa, un truco de magia, un hecho prosaico). Porque lo que aparenta ser inesperado es lo que más espera el espectador, espera con ansiedad que ocurra sin saber exactamente qué es lo que tiene que ocurrir. Y de ahí nace lo imprevisto para el espectador, pues nada hay imprevisto en el trabajo de un profesional.
Una última recomendación: no se puede improvisar sobre lo que se desconoce.
Así que, el que quiera, que hable de improvisación.
Si puede.

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